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DESEO DE
CINE
[ Ver y pensar películas y series en cuarentena ]
La sociedad de los poetas muertos [1990]
Peter Weir
[ Lecturas ]
"La sociedad de los poetas muertos"
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Consideremos en primer lugar las consecuencias de la llegada de Keating en el nivel intersubjetivo. Si, como se indica en varias escenas, la relación entre alumnos y profesores en esa escuela se basaba principalmente en el miedo y la disciplina, Keating la “complica” considerablemente al suscitar en los estudiantes un tipo diferente de “transferencia”, a saber: el amor. Esta vinculación puede discernirse del modo más claro en la relación entre Dalton y Keating; dos escenas tienen en tal sentido una importancia crucial. La primera es la escena del patio trasero, cuando Keating les ordena a sus discípulos que marchen y encuentren “su propio camino”; Dalton se niega a hacerlo. En este punto somos testigos del desafío, una de las fórmulas fundamentales del amor. El mensaje es claro: la demanda de atención y de una mirada, un llamado a Keating: “Mírame, mira lo que estoy haciendo”. Desde luego, Keating capta el mensaje. La segunda escena es el escándalo que Dalton provoca en la asamblea escolar, imitando burlonamente una llamada telefónica, y gritándole al director que dios quiere hablar con él – un gesto que cuestiona la autoridad del director y lo ridiculiza, un gesto que plantea el interrogante de “¿qué te autoriza?”, “¿qué supremo conocimiento posees tú”? La verdadera meta de esa provocación se vuelve manifiesta poco después, cuando Dalton (luego de haber sido castigado) charla con sus amigos y es el astro indiscutido de la noche; Keating entra y dice que ha hecho algo muy estúpido, pero Dalton lo mira con sorpresa y responde: “¡Creí que a usted le gustaría!” En síntesis, que su acto tenía la intención de que Keating lo viera; es decir, era una vez más demanda de mirada. El segundo rasgo que pone de manifiesto esta escena es el hecho de que Dalton podía anular una autoridad sólo para reposar en otra, en Keating. De modo que se había frustrado la demanda del profesor, que decía “piensen con su propia cabeza”: todos los que la tomaron en serio, empezaron a pensar con la cabeza de Keating o actuar para conseguir su mirada. Esta fue una lección para Keating que valía lo que le costó. Con independencia de las ideas, enfoques y esfuerzos pedagógicos que se introduzcan, la disposición fundamental alumno (sujeto) – maestro (sujeto supuesto saber) es irreductible.
Una vez introducida la transferencia, también pierde su inocencia el “¡Carpe Diem!” Pierde su forma de consejo y empieza a funcionar como imperativo, más precisamente, como imperativo del superyó, puesto que lo que comunica en última instancia es un imperativo de jouissance […] cuando obtiene el estatuto de imperativo del superyó, esta orden pierde su inocencia. ¡Goza!: la imposibilidad de esta orden que los muchachos tienen frente a sí surge del hecho de que nos deja sobre una cuerda floja. Nunca podemos estar seguros de haber gozado lo suficiente, de que hemos aprovechado todas nuestras oportunidades, de que hemos “aferrado el día”. Constantemente nos preocupa haber perdido algo.
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Keating es un kantiano que les dice a sus alumnos “hagan su deber”, “hagan su Cosa” que es realmente de ustedes y no de las escuela, de los padres o de cualquier otra persona. Realicen el acto porque es lo único que podría hacer su vida digna de vivirse. La mayoría de los alumnos fracasa en esto.
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Alenka Zupancic
Del libro compilado por S. Zizek: Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan
y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock (Manantial, 1994).
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Referente insoslayable de las escenas escolares en las instituciones elitistas del primer mundo. Nos muestra un maestro que arenga a sus alumnos para “gozar de la vida” en una escuela cuya estructura burocrática y rígida asfixia todo deseo singular. La academia Welton con sus elevados estandartes de "tradición, honor, disciplina y excelencia", como un gran paquidermo blanco aplasta toda flaqueza, duda, sensibilidad y anhelo de cambio. A lo largo de la película, los adolescentes se ven tensionados entre el gran elefante y el profesor Keating, quien les ordena “Carpe Diem”. La pregnancia de los dos imperativos opuestos, provocan reacciones diversas, incluso irreconciliables. Sin embargo, el problema queda planteado ¿Cómo conciliar los deseos singulares en una institución que promueve panópticos y pone en marcha una maquinaria burocrática? ¿Cómo pueden las instituciones educativas poner en escena un programa para la libertad?
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Elizabeth B. Ormart